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“La instalación “Territorio: una utopía de libertad” es un punto de inflexión en la vida y en la obra de Alejandra Barrotto, artista cordobesa, cuya territorialidad -conjunto de relaciones que estableció emocionalmente con su entorno-, la transforma en el sujeto-artista que lucha por su utopía. Así́ como vivencia que el campo ha cambiado: se ha despoblado de ganado, se ha tecnificado, se ha transformado en otro espacio de producción, -muy diverso al de los recuerdos de su infancia-, su obra sufre el mismo proceso de cambio y se acerca al vértigo del movimiento, de la tecnología, pero manteniendo diminuto, seriado y como clave de lectura los iconos rurales. 

Sus recuerdos van desplegando una espacialidad cambiante, en la que la presencia del horizonte, que es una pregunta existencial, como un corte, una escritura, está siempre presente en su obra junto a la vaca-símbolo. 

Jacques Lacan decía que el horizonte es “ la última veladura, la última barrera, la belleza del horizonte, frente al horror de la nada”. Ese límite, ese instante, se vivencia en el postulado de su obra. El paradigma de la línea está siempre presente, se origina en el horizonte y cubre el trayecto desde la zona de la nada hasta la del ser en plenitud.
La vaca por otra parte es la tierra, la carne, la ubre, la leche, es un símbolo que se transforma en una “vaca-nota” que en el pentagrama de horizontes construye una melodía territorial como utopía. Podríamos hablar de la creación de un espacio topológico en el que los elementos satisfacen las propiedades de relaciones entre sí por proximidad, textura, conectividad, metricidad y también de un taller experimental de la luz al que se integran los sonidos musicales. 

Su instalación lumínico-cinética virtual toca tres dominios fundamentales: el espacio, la luz, y el tiempo; Barrotto le agrega la música. 

El espacio material-inmaterial creado por el luminismo posibilita la aparición y desaparición de la las líneas y los símbolos de los acrílicos. La luz es el soporte base de su obra, todo lo cruza y lo atraviesa y el tiempo opera como presencia inmaterial indispensable en la que se despliega su existencia. 

La repetición de las líneas y de la vaca-símbolo y la permutación lumínica da lugar a la noción de ritmo. Un ritmo que se integra con los ritmos musicales creados por la música de Andrés Fayó, cuya masa aérea en vibración se mimetiza con las luces y los reflejos en las superficies espejadas. Él espejo no ofrece nada más que imágenes puras que se imbrican y sincretizan con las imágenes de los acrílicos. 

Resignifica su obra con un final abierto que invita a la reflexión y se vuelve oxímoron. Opone la quietud del campo al dina- mismo virtual, la luz natural del paisaje se vuelve luz artificial, el silencio de la naturaleza se transforma en música, la vaca se convierte en signo y sus recuerdos se vuelven presente. 

En toda obra de arte existe un espacio vacío que se completa con la mirada del espectador como aporte necesario. La artista nos invita a tomar una lupa y a través de una visión fragmentada y modificada del territorio artístico, nos permite adentrarnos en su universo simbólico autorreferencial. Marcel Duchamp decía “son los espectadores los que hacen una obra de arte” y Barrotto nos propone el desafío”.

María del Carmen Magaz

MUSEO GENARO PÉREZ / 2015

UNIVERSIDAD DEL SALVADOR / 2015

CAPILLA - PASEO DEL BUEN PASTOR / 2015

CASA DE LA CULTURA DE RÍO CUARTO / 2015

Alejandra Barrrotto - Artista - Todos los derechos reservados

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