ASCIDIAS
Alejandra Barrotto – Lo que subyace
Cada vez estoy más convencida que las historias que atraviesan las obras de cada artista, son una suerte de autorretrato, muchas veces encubierto, bajo temas o texturas que parecieran distraer la mirada de aquello que subyace y que está presente siempre: una manera de percibir el entorno, el mundo, una mirada única e irrepetible. Y bajo ese pensamiento, no importa qué nos cuentan las obras, sea cual fuere el relato, en el cómo se revela la presencia de ese modo de ver, al decir de John Berger.
El recorrido artístico de Alejandra Barrotto está cargado de metáfora. Su obra en general - partiendo de sus inicios en la bidimensionalidad de la pintura, pasando por el grabado hasta tomar el espacio- encuentra en la instalación un formato expresivo afín a una pulsión por pasar del plano al objeto escultórico pero donde la experiencia frente a la obra no sea un recorrido superficial, sino que sumerja al espectador dentro de un trabajo donde la luz, la transparencia, la ambigüedad de aquello que se observa o se lee, en definitiva no permita cerrar una idea absoluta y en cada acercamiento habilita descubrir una capa más profunda. Me estoy refiriendo ante todo a la serie de las Ascidias, donde la artista se remonta al origen, a las bases, al fondo, donde los yacimientos aún son sólidos, donde subyace -cual ascidias abrazadas eternamente a las rocas, resistiendo- una verdad inconsciente que lo fundamenta todo.
Porque ya en los Paneles- inmediatamente anteriores y con un vínculo orgánico, natural, como en un pasaje cada vez más cercano a un ideograma inscripto dentro de formas sugerentes- las vacas representativas de un campo argentino que en los últimos siglos ha perdido su protagonismo de antaño, son en la obra de Alejandra, las protagonistas de un señalamiento por la negativa: es su desaparición la que denuncia un cambio de época, de paradigma. Con la abrumadora presencia de la tecnología, ese campo donde la artista ha crecido, se nutre de la melancolía de un pasado perdido y es en la “aparición” de las vacas en sus obras, donde Alejandra deja un registro concreto de su existencia, paradójicamente apelando a una estructura de obra donde la tecnología la sostiene y, de alguna manera al referirse a ella, la artista construye un puente entre el pasado y el presente.
Es el campo un tema clave en el trabajo de Alejandra Barrotto, pero así también lo es la música. Las vacas se suceden en una marcha encadenada en forma de escritura. La escritura que se convierte en un pentagrama. La música y el campo lo envuelven todo. Los recuerdos que cobijan y otras veces agobian, deprimen, angustian, son sublimados en las obras, encontrando una salida creativa. Las cajas de luz son como universos que sintetizan ese autorretrato, conteniendo una historia muy personal pero matizada con una factura elegante, estilizada, permeable a distintos close ups dependiendo de la curiosidad de quien las mire. Algunos se quedarán en la superficie luminosa que hipnotiza, otros se perderán en los contornos circulares y semi geométricos, minimalistas, sutiles, monocromáticos, y habrá quienes penetrarán en una lectura menos seductora, atractiva a la vista, imparcial, encontrándose con un código artístico singular que a través de formas de ganado y pentagramas, repone una historia que ha quedado enquistada en su ADN y que emerge en forma de instalaciones.
Lic. María Carolina Baulo, Mayo 2024
